Mi tío no recuerda bien cual es su edad, tampoco sabe exactamente donde vive, es capaz de caminar todo un día y tiene infinidad de historias para contar.
Cada noche a eso de la una o dos de la mañana empieza un nuevo y mágico cuento que el suele crear en su cabeza.
Hoy es 25 de diciembre, son las 23: 47, el no lo sabe.
Sale de su cuarto caminando lento como suele hacer, lo siento andar por el oscuro pasillo que separa su mundo del mío y me asomo por la ventana para ver que me quiere contar, lo veo dar pasos con un saco blanco entre las manos, lo sube a su hombro, lo afirma bien y camina hacia el portón, en ese momento salgo de la casa y le pregunto hacia donde va, su respuesta como siempre, suele ser un poco desconcertante:
¡Voy a trabajar!
Don Floro Vilches me mando a llamar -me dice- y sigue caminando.
En ese momento tendría que recordarle que a su edad el ya no trabaja, que su jefe falleció hace muchísimos años, que ya no vive con su madre, que no son horas de trabajar y miles de otras verdades que en definitiva, el no quiere escuchar. Y es por esto que después de una corta reflexión opto por decirle:
Tío, mañana no trabaja, acuérdese que le dieron el día libre, vaya a acostarse que es tarde.
Se que al otro día amanecerá más claro de pensamiento, esto ocurrirá solo si no esta nublado…
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