Estaba pensando estos largos días de vacaciones, en la grandeza de algunas personas, no me refiero a la gente que cuenta con una gran billetera. Si no a esas personas dignas de admiración que nos encontramos todos los días, las que trabajan en algo que aman, no importa lo que sea, o las que han hecho realidad uno de sus sueños. Y me di cuenta de algo, que no sé exactamente si es a modo personal o social, pero, por lo menos yo, siento que no nos preparan para triunfar. Sabemos mucho de como anteponernos a las situaciones pencas de la vida, levantarse cuando te caes, no esperar nada de nadie, etc... Pero, de todas maneras falta que alguien de verdad te diga, sabes querida, tú harás y serás todo lo que quieras ser, porque PUEDES simplemente. No sé de donde estoy sacando este discurso optimista, pero es que así debe ser. Todo te dispone para el fracaso o la mediocridad, el quedarse ahí y no tratar de resaltar en nada. Y todos vivimos así por costumbre, no nos arriesgamos para no perder. Porque siempre pensamos que definitivamente vamos a perder algo, por muy ínfimo que sea, es ese miedo el que te paraliza. Usamos un escudo ante la vida, la gente, las situaciones y todo lo que creemos puede ser dañino para nosotros. Transitamos en una carretera inundada en señalética estúpida que no te deja ver el paisaje alrededor del camino.    

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