Realmente quisiera decir que me da lo mismo lo que la gente piense de mí, pero NO. Desde mi infancia he sido condicionada a "no hacer esto" o "no decir aquello", porque puedo importunar a alguien. Mi mamá me enseñó modales a punta de chuchadas y, el resto de las cosas que yo hacía (o pensaba) que no le gustaban, simplemente las callamos. Y ahora, a días de cumplir los 22 años, sigo sintiendo esa molesta autopresión cuando trato de ser distinta. Es que, entre la familia y el colegio de monjas me enjaularon en un laberinto de mierda. Pero, a mi favor, todo laberinto tiene una entrada y una salida. Y con esto quiero dejar testimonio de que no responderé de mis actos cuando salga.
Pd: Necesito cambiar mi chip.
No hay comentarios:
Publicar un comentario